Con los primeros Reyes Magos y el primer cumpleaños, Mario tuvo sus primeros juguetes "grandes", todo un descubrimiento y algunos de ellos, todavía siguen por aquí. Lo que más triunfó cuando tenía alrededor de un año fue esto, la verdad es que creo que entre todos acertamos con sus regalos y tuvo pocas cosas pero a las que ha sacado mucho partido:
- Un tren con animales que hacía música y andaba, al que perseguía reptando y gateando por el pasillo de casa.
- Una mesa de juegos con todo tipo de actividades, a la que jugaba sentado en una sillita de plástico o poniéndose de pie. De hecho fue una de las cosas por las que empezó a ponerse de pie, aunque no andaba, se apoyaba en la mesa y pasaba ratos muy largos jugando con ella y viendo las cosas desde arriba por fin.
- Sus primeros instrumentos musicales: un tambor, una pandereta y unas maracas. A estos que le trajeron los Reyes en sus primeras Navidades se han ido añadiendo con el tiempo una batería, un pianito, un xilófono, una guitarra, una armónica y una trompeta. Y un micrófono para cantar (tengo que dedicar una entrada completa a la música, algo que le encanta a Mario desde pequeño y que ocupa parte de su tiempo casi todos los días). Un consejo con algo que hemos aprendido con el tiempo: como en otros juguetes, cuanto más se parezcan a los reales y menos parezcan de juguete, más les gustará el instrumento. Nos pasó lo mismo con su "teléfono" y con otras mil cosas.
- Sus primeros bloques de construcción, grandes y fáciles de encajar y desencajar para sus manitas de aquel entonces. Primero jugaba con ellos a amontonarlos y a transportarlos, pero empezó pronto a construir cosas sencillas.
- Su bólido, es decir, el correpasillos. Tardó en llegar al suelo con los pies y en aprender a utilizarlo, pero jugó con él desde el principio: lo empujaba, guardaba cosas en el sillín (muy importante en este tipo de juguetes: que puedan transportar y guardar sus tesoros), lo usaba de parapeto. Durante mucho tiempo, en cualquier juego al que jugara, el bólido era "uno más". Nosotros le quitamos los cinturones de seguridad y los pedales (para hacer el burro, cuanto más sencillo mejor). Fue durante mucho tiempo un juguete de interiores, pero cuando aprendió a andar bien y justo antes de que comenzará a pedalear con el triciclo, le dejábamos bajarlo a la urbanización y tirarse por las cuestas. Vaya velocidad que cogía y qué buenos ratos pasaba (yo no tanto, pero bueno, tampoco les puedes tener entre algodones, ¿verdad?).
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