Por fin puedo decir que Mario la tiene!
Desde que nació hasta que me incorporé al trabajo (junté la baja con la lactancia y con las vacaciones de verano, así que pasaron seis meses) Mario y yo no nos separamos para casi nada. Era muy bebé, así que ni mamitis ni papitis, pero bueno, mamá era mamá y eso estaba claro.
Cuando en Septiembre empezó la guardería las cosas cambiaron, y en el punto álgido, Mario ha tenido rabietas por no querer quedarse conmigo en ciertos momentos. Han sido unos meses de papitis absoluta en los que no quería ni verme a la hora de reposar y acostarse (cuando estaba muy cansado) o cuando tenía miedo, enfermaba o le dolía algo. Ha sido una temporada un poco dura porque parecía que no podía hacer nada para consolarle si le pasaba algo, ni siquiera darle cariño ni estar con él.
Por lo menos el resto del tiempo todo iba bien y Mario era igual de cariñoso conmigo que siempre. Pero cuando le pasaba algo parecía que pensaba que era culpa mía o que se enfadaba conmigo porque no se lo podía arreglar.
Pero poco a poco, más o menos desde que cumplió un año (curiosamente desde que su salud ha mejorado un poco y desde que le gusta ir al cole), parece que las cosas han vuelto de manera natural a su cauce. Dejándole a su ritmo, Mario ha ido reclamándome más y más en los momentos "delicados". Y ahora viene corriendo, no sólo para reírse y jugar conmigo como siempre, sino también para que le consuele cuando se cae, cuando tiene un mal sueño o cuando le duele algo. Lo mejor del día ahora es que después de cenar me echa los brazos y soy yo la que le lleva a su cuna, le hace carantoñas y le acuesta. Quién me iba a decir hace unos meses que me iba a hacer el "koala" a mí por las noches o que iba a protestar cuando me voy de casa sin él...
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