sábado, 29 de octubre de 2011

Silencio

Cuando Mario está callado, es que está haciendo algo que no debería: no falla. Los dos accidentes que llevamos hasta ahora han sido después de un rato de silencio.
Primero: estamos los dos solos en casa en el salón, voy un momento al baño después de dejar todo convenientemente protegido y cuando empiezo a bajarme la ropa, después de escuchar sólo silencio, oigo un golpe y lloros. Vuelvo corriendo al salón y me encuentro con mi hijo, que ha reptado a la otra punta de donde lo he dejado, ha abierto un cajón del aparador (yo creo que lo tenía todo planeado y estaba esperando una ocasión para hacerlo) y ha encontrado lo único que no debía estar ahí (después de las revisiones que ya hemos hecho de todo lo que tiene que estar en alto, con un cierre especial, etc): una vela roja. Como se había sentado delante del cajón después de abrirlo y estaba tan entretenido con la vela, de la emoción se ha caído hacia delante y se ha dado con el cajón en la cara. Encima, como la vela era roja y le veo con un poco de rojo en la boca, pienso que la ha mordido y le hago vomitar. Falsa alarma: era un poquito de sangre en el labio por el golpe, pero no cera.
Segundo: estamos los dos solos en nuestra habitación, yo cambiando el armario para sacar las cosas de invierno mientras el duerme en nuestra cama su siestecita del carnero rodeado de protecciones, almohadas y demás. Silencio, claro. Hasta que siento algo y me doy la vuelta a tiempo para ver como, despierto (yo creo que se hacía el dormido), se salta todas las barreras y se baja de la cama de cabeza. Claro, se clava el chupete en la boca y se hace una buena pupa.
Moraleja: si no le oyes, empieza a preocuparte, algo va mal.

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