martes, 1 de mayo de 2012

Estanterías

Desde que Mario empezó a reptar y a gatear por toda la casa, hemos ido poniéndole poco a poco los límites de lo que puede y no puede hacer. A la fuerza, porque él los ha ido buscando todo el tiempo....
Por norma general, los respeta siempre, a pesar de que a veces se enfade al hacerlo. Por ejemplo, cuando nosotros comíamos, se quedaba jugando en la puerta de la cocina pero no pasaba. Y si quería pasar, sabía que le sentábamos en la trona pero que no podía estar por el suelo. 
Como nos sigue siempre por toda la casa, en cada habitación hemos procurado dejarle cosas que sí puede hacer, tocar, coger. Por ejemplo, como lo que más le gusta de este mundo es sacar cositas de sitios y luego volverlas a meter, y le chiflan los botes, cajitas y demás, en cada habitación hay un cajón o dos lleno de "tesoros" para él, en los que le vamos poniendo cosas nuevas de vez en cuando. Así que sabe que con esos cajones puede jugar pero que los demás no los puede abrir. 
Al empezar a ponerse de pie y a andar algunas cosas han cambiado, hay más cosas que le dejamos hacer y probar. Por ejemplo, ahora sí que puede entrar en la cocina, y hay un cajón lleno de cosas de plástico que es en el que puede meter mano. Obviamente en todas las habitaciones las cosas peligrosas están fuera de su alcance, o muy altas o con algún tipo de cierre especial, por si un día decide investigar....
Pero con lo que hemos tenido la batalla perdida desde el principio ha sido con los libros. En el salón hay una estantería que ocupa una pared entera y desde muy pequeño se dedica a sacar todos los libros de los estantes que alcanza y a intentar abrirlos y verlos. Por lo que ha roto muchas portadas y páginas claro. Y lo hemos intentado de mil maneras, pero no ha habido forma de que dejara a los pobres libros tranquilos. Al ir creciendo, ya no había forma de salvar a los libros de sus deditos, porque cada vez llega más alto....
Al final la solución ha sido la misma que con lo demás: hemos traído sus cuentos y libros de su cuarto al salón, y le hemos dejado una balda entera para ellos. Parece increíble, pero desde que los ha visto allí ha comprendido lo que queríamos, y ahora sí, cuando se acerca a la estantería (varias veces al día, porque le encanta), se va directo a sus libros y los demás ni los mira. ¡Funciona!

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