Ayer por la tarde Mario lloraba y lloraba y no conseguíamos saber lo que le pasaba ni había manera de consolarle. Hasta que justo antes de cenar le vemos en la encía de arriba un poco de sangre y resulta que en una única tarde le había salido (porque juro que antes no estaba por ahí, ni asomaba siquiera) su quinto diente, el tercero de arriba. Olé mi niño, otro más.
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