martes, 18 de diciembre de 2012

Paseos

Desde que Mario cumplió los 18 meses usamos la silla muy poco. Casi siempre salimos sin ella y sólo la llevamos cuando vamos a estar mucho tiempo fuera, más por precaución que por necesidad. La verdad es que si la ve, a veces la pide, pero si no la llevamos suele ir muy contento y ni se acuerda, por lo que optamos muchas veces por no cogerla.
Mario aguanta ya mucho tiempo andando, entre 1 y 2 horas dependiendo de lo entretenido que esté, y el único problema es que hay que ir a su ritmo (que para nosotros es en procesión y acabamos agotados), y que a veces hay que "enfadarse" porque quiere ir por su cuenta, pararse a  investigar todo tipo de cosas, etc.  Y claro, no llegamos nunca. Pero da gusto ir con él por la calle de la mano, diciendo todas las cosas que ve y mirándolo todo como si lo quisiera memorizar. De hecho ya se sabe el camino a algunos sitios y reconoce nuestra calle, la de sus abus, el camino al cole, a sus parques favoritos.
Sólo hemos tenido un par de días de ofuscación, en los que por hambre o por cansancio se nos ha plantado a mitad de camino y no había forma de que se moviera (además, tiene la mala costumbre de plantarse en sitios de lo más peregrinos). Una vez llevábamos la silla por suerte, otra vez hubo que traerlo en volandas. Gajes del oficio, pero parece que nos va a salir como nosotros, andarín.

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