En los últimos meses Mario ha desarrollado mucho su picardía, y la utiliza para bromear y hacer el payaso, pero también para escaquearse cuando no le apetece hacer algo (o por lo menos intentarlo) o para conseguir nuestro perdón cuando nos enfada.
Si hace algo mal, o la pifia y le regañamos, su estrategia principal sigue siendo la de cuando era bebé: evitarnos la mirada. Siempre y cuando no nos mire a los ojos, la cosa no va con él. Y justo después despliega todo su arsenal de monerías y nos mira como diciendo "pero a que soy adorable ¿me perdonas, sí? si soy muy mono, no te puedes enfadar conmigo". Es increíble lo pelota que puede llegar a ponerse en esos momentos, con lo pequeño que es...
Cuando la pifia no ha sido muy grande, claro, nos acabamos riendo y se sale con la suya. Con las cosas serias, ignoramos todos sus encantos. Y ahí es cuando se da cuenta de que algo va mal y ya se pone todo triste y pensativo, de manera que podemos sentarnos con él a explicarle lo que no se puede repetir, etc.
De momento seguimos una regla que escuchamos hace tiempo: le ignoramos tantos minutos como años tiene. Hemos comprobado que si nos "enfadamos" mucho más de dos minutos con él, se desconcierta porque se le olvida lo que ha pasado, y no nos sirve para nada. Así que esperamos más o menos ese tiempo y es automático, se desinfla, deja de ser tan mono y ya podemos razonar con él. Curioso.
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