Cuando Mario era un recién nacido, el baño no le gustaba nada y le excitaba mucho por culpa del disgusto. Después pasó a gustarle mucho, tanto, que era como una clase de natación y no paraba. Así que tampoco le relajaba demasiado....
Ahora por fin ha encontrado el término medio: se lo pasa muy bien, pero se relaja. Ya le estamos bañando sentadito en la bañera y le regalamos un patito de goma amarillo, de los clásicos, que le encanta (para jugar y para morder, que el pobre sigue con los dientes y necesita rascar las encías con algo en todo momento). Seguimos utilizando unas gotas de aceite de caléndula para el agua, tiene la piel muy bien. Se queda muy tranquilo, fresquito, por lo que le estamos bañando justo antes de la cena y de acostarle y le viene estupendamente para conciliar el sueño con más facilidad.
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