Esa es la cuestión desde que Mario aprendió a caminar solo. Siempre salimos de casa andando, aunque al principio con la silla a todas partes para cuando se cansara. En los primeros tiempos era casi cuando salíamos de la urbanización, luego comenzó a llegar andando hasta casa de los abus y poco a poco sus paseos fueron cada vez más largos. Ahora podemos ir a tirar la basura y a hacer los recados por el barrio sin la silla, o a un parque cercano, o volver desde el coche aunque aparque lejos, y sabemos seguro que no se va a cansar y no van a hacer falta brazos (que son casi 12 kilos...).
Pero cuando vamos a dar una vuelta por Madrid, a un parque más lejos, a un centro comercial, a hacer recados más lejos o a hacer la compra, etc; tenemos el dilema servido. Si va andando, vamos mucho más lentos (que a veces no importa, pero otras hay prisa) porque hay que ir a su ritmo, se entretiene con todo, hay que discutir con él porque no quiere ir de la mano y quiere ser él quien decida a dónde ir. Pero si va en la silla, va aburrido y quejándose porque quiere andar. Y además a nosotros nos parece bien que ande, que cada vez vemos niños más mayores en las sillas... Un buen calzado y que tire.
Como siempre, estamos en el término medio según lo que hagamos va más o menos tiempo sentado. Lo que nos está funcionando es no cogerle de la mano sino darle un dedo para él se agarre. Parece una tontería, pero en cuanto notaba que le cogíamos se enfadaba y paraba, pero si es él que se agarra a nosotros, va tan contento.
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