Mario llevaba varias semanas pidiéndonos sentarse con nosotros en la mesa, por lo que habíamos probado a sentarle en una silla de las nuestras mientras comíamos. Quitando el problema de la altura (al pobre le queda la mesa a la altura de los ojos), todo perfecto: no se tira ni se cae, se lo pasa genial y la verdad es que es muy cómodo.
Así que hemos comprado en Ikea una silla de madera normal y corriente pero con la altura adecuada para un niño, y hemos jubilado la trona. De manera que Mario ya come en la mesa como nosotros y nos acompaña como uno más en las comidas. Mucho mejor.
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