Mario ha sido más bien de pulular, no de jugar. Es decir, que no se sienta en todo el día, pero nos va siguiendo por la casa, va sacando objetos de los sitios y los vuelve a guardar, va de un lado a otros, manipula los juguetes, pero jugar jugar, todavía no. Es pequeño y le cuesta concentrarse en algo mucho rato seguido (aunque como decía en mi entrada anterior, vamos mejorando con los cuentos, las pegatinas y las pinturas).
Pero al mejorar tanto su comprensión, ya va entendiendo lo que significa jugar con una reglas, y desde finales del verano ha aprendido a jugar con nosotros a algunas cosas. Ya le encantaba el escondite y dar sustos, pero ahora es un fan del corro de la patata, del escondite inglés (que aprendiera este nos ha costado varios escapes de pis, porque cuando no lo entendía, se moría de la risa), de los juegos que implican dar palmas con las manos y de los de pelota.
Es toda una aventura empezar a jugar con él a algo nuevo, ver la carita de sorpresa que pone y la de esfuerzo por comprender lo que tiene que hacer, y la de satisfacción cuando lo entiende y ya puede participar como uno más. Ahora nos toca aprender a nosotros, porque hemos visto que siempre se pone con el culo pegado contra la pared y espera a que nosotros hagamos algo, debe de ser un juego de la guardería, así que a ver si preguntamos y nos explican en qué consiste, porque el pobre siempre desiste de jugar con los torpes de sus padres, que no se enteran de lo que tienen que hacer....
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