Esta semana andamos un poco descolocados con el tema del cambio de hora. El primero que le tocó vivir a Mario fue a horario de verano, y lo más crítico fueron las horas de las tomas (por aquel entonces, esperar al bibe unos minutos de más podía ser un drama, así que había que calcular bien...).
El segundo, que fue a horario de invierno, nos pilló en una época de no dormir, porque estábamos entre faringitis, varicelas y demás. Así que no notamos nada. Y el siguiente cambio a horario de verano, no supuso ningún problema.
Por lo que nos ha sorprendido el problema de horario de esta semana, el pobre Mario no se aclara. Se nos levanta a las seis y media de la mañana y no hay manera de que vuelva a dormir. E independientemente de lo que pase con la siesta, a las siete de la tarde ya esta muerto de sueño y nos cuesta horrores que aguante hasta acostarle. Como encima se hace de noche, nos mira como diciendo "malos padres, no me hagáis trasnochar, por favor llevadme a la cuna". Después de probar combinaciones varias de horarios y siestas nos hemos resignado: ya cogerá el horario poco a poco, es cuestión de ritmos y hay que tener paciencia.
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