Estos días Mario ha avanzado mucho en su comunicación con nosotros. Aunque su palabra favorita siga siendo hola (y la usa para todo) y utilice habitualmente pocas palabras más, ha aprendido a expresar con claridad lo que quiere y lo que no.
Cuando quiere pedir algo, te coge del dedo y te lleva hasta el objeto o el lugar en cuestión y comienza a hacer todo tipo de aspavientos y ruidos insistentes. Si aciertas a la primera con lo que quiere, lo celebra infinito, si no aciertas, sigue insistiendo hasta que lo consigue. Al pobre alguna vez no le adivinamos (o nos hacemos los tontos según lo que esté pidiendo) y se enfada, porque además nos estamos dando cuenta de que la paciencia no es su punto fuerte, pero la verdad es que se le pasa enseguida.
Parece mentira que sin necesidad de palabras haya mejorado tanto nuestra comunicación con él en los últimos tiempos, es una maravilla que te pueda ir indicando lo que quiere, lo que le pasa, lo que le apetece y lo que no.
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