Cuando Mario empezó la guardería y yo me reincorporé a mi trabajo, cuando empezamos a ponernos malos una semana sí y otra no, la verdad es que limpiar la casa era una de las cosas que más cuesta arriba se nos hacía. Nunca encontrábamos el momento y pasaban los días sin tiempo ni ganas (ni fuerzas) de hacer casi nada. Pero claro, con un gordito todo el día arrastrándose por el suelo y llevándose todo a la boca, es cuando más obsesión te entra por la limpieza.
Después de hacer cuentas, decidimos que lo que no estamos gastando en salir, viajar, leer, ir al cine, etc; bien se podía invertir en tener algo de ayuda en casa. Y llamamos a Aurelia, que nos ayudó a limpiar la casa después de la obra cuando yo acababa de enterarme de que estaba embarazada, para que viniera una tarde a la semana a casa, tres horas, a quitarnos "lo gordo".
Se me hacía un poco raro no encargarme yo misma, pero unos meses después puedo decir que es probablemente el dinero mejor invertido del mundo. Mientras nos podamos permitir este gran lujo, una cosa menos, que con los trabajos fuera de casa y dentro de casa, cualquier ayuda es poca.
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